vrijdag 2 oktober 2009

Denuncian situación precaria de presos políticos


A Richard Blanco sólo le permiten visitas de su esposa e hijos, una vez a la semana. Los 11 empleados de la Alcaldía están al aire libre, bajo un toldo. Duermen sobre colchonetas en el suelo

“Tuve que hacer una cola de cerca de 100 personas para ver a mi hijo; que dolor cuando es un muchacho sano y no un malhechor”. Así relata su primera visita a La Planta Antonio Aponte, padre de Gustavo Aponte, un joven de 20 años que tenía 8 meses trabajando como mensajero de la Alcaldía Metropolitana, antes de ser detenido el 26 de agosto pasado cuando protestaba frente al TSJ por sus derechos laborales.

La vida se transforma para cualquier familia que debe tomar dos o tres días de la semana para llevarle a su ser querido, además que su compañía, su afecto y apoyo, los insumos básicos para sobrevivir en un ambiente hostil.

Así fueron impactadas en menos de un mes 13 familias que han tenido que lidiar con la cárcel y una lucha en las calles para que los venezolanos no se olviden de los llamados presos políticos, una figura asociada a regímenes totalitarios y que se creía abolido en el país.

“Si hay tantas jefaturas y cuarteles por qué me envían a mi hijo a una cárcel, donde me lo dañan espiritualmente y a uno le destrozan el corazón”, lamentó Aponte.

El caso de Gustavo Aponte es el mismo que el de Gerardo González, Efraín Figueroa, Alexander Abello, Yumar López, Lixido Solarte, Carlos Javier Lozada, Ronald Arellano, Omar Rodríguez, Sixto Gómez y Joel Antonio Pulido, todos empleados de la Alcaldía Metropolitana enviados a La Planta, en El Paraíso, por protestar contra el Ejecutivo.

Los familiares de estos 11 funcionarios sólo tienen 3 días a la semana para visitarlos. Una vez adentro, sólo pueden permanecer con ellos medio día, hasta las 2:00 pm., pero la jornada para los visitantes arranca desde las 6:00 am, hora en la que ya deben estar en la cola para garantizar poder entrar a las 8:30 am. No pueden llevarles comida preparada sino insumos para que ellos mismos cocinen.

“En ninguna cárcel se está cómodo. Sus condiciones son como las de cualquier otro procesado. En cualquier momento puede presentarse un motín y eso es algo que representa un gran peligro y es algo de lo cual es imposible abstraerse, pese a que fueron ubicados en un área en la que sólo hay funcionarios de la PM o de la GN”, dijo Carlos Guevara, consultor jurídico de la Alcaldía Metropolitana.

El área referida por Guevara es conocida como “la cabaña”. Allí están al aire libre con toldos que los protegen del sol pero no de las lluvias, que cuando arrecian no sólo los empapa a ellos sino a todos sus enseres, incluidas las colchonetas en las que duermen en el suelto.

Aún así, algunos familiares se muestran esperanzados. Tal es el caso de Thabata López, esposa de Yumar López, otro de los empleados de la Alcaldía Metropolitana que fueron detenidos. Destaca el dolor de la separación, pero confía en que habrá una solución para que Yumar vuelva al hogar y retorne la normalidad a sus vidas.

Aprendiendo. Otra de las víctimas de la represión en contra de las protestas es el prefecto de Caracas, Richard Blanco, quien está preso en Yare III por supuestamente haber agredido a un funcionario que se infiltró en una marcha contra la LOE en agosto. De nada valió el video que demostró que fue todo lo contrario: Blanco salvó al funcionario de que fuera agredido por otros.

Su hija Andreína relató que su padre debe limpiar sus cosas, lavar su ropa, asear la celda y bañarse en unos 20 minutos.

Blanco tiene limitadas las visitas: los martes sólo puede recibir a sus dos hijos, mientras que los jueves sólo lo puede visitar su esposa. Ningún otro día ni nadie más.

A diferencia de los otros 11 funcionarios, al prefecto de Caracas no le permiten tener sus propios productos para cocinar. Sólo puede comer los alimentos que le proporcionan en la cárcel, a excepción de los dos días de visita cuando sus hijos y esposa le llevan comida preparada en casa.

La visita comienza a las 9:00 am y dura hasta las 12:00 m.

Como Yare III es una cárcel nueva hay menos de 30 reclusos y cada uno tiene una celda individual que abre sus rejas a las 6:00 am y las cierra a las 7:30 pm. A partir de esa hora no hay agua ni electricidad. Un reproductor portátil de música es su conexión con el exterior hasta dormirse.

“Ha sido una experiencia de sobrevivencia, no sólo para él sino un aprendizaje para nosotros. Tanto él como nosotros valoramos más lo que antes nos parecía rutinario: el contacto con el exterior, el tiempo libre, la familia”, reflexionó Andreína Blanco.

Limitado. El caso de Julio César Rivas* ha tenido gran impacto en la opinión pública por tratarse de un estudiante de 22 años de edad detenido por haber participado en una marcha en contra de la Ley de Educación. Fue imputado por varios delitos, entre ellos por excitación a la guerra civil.

Desde que fue trasladado a la nueva cárcel de Yare III no había podido ver a nadie más que a sus abogados. Tenía limitadas las visitas.

Su mamá, Nubia Castillo, residenciada en el exterior, llegó a Caracas la semana antepasada, pero fue este viernes cuando cuando le permitieron ver a su hijo. El encuentro fue en el lugar para las visitas: un salón con unas 20 mesas y sillas de cemento.

Su tía Katherin Castillo ha podido hablar con él por teléfono y cuenta que Rivas describe su situación como regular: “El sofocante calor es una de las cosas de las que más se queja”.

-El Nacional

* Julio Rivas se encuentra en estos momentos en libertad condicional

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